lunes, 5 de marzo de 2007

León... y más

Antecedentes: Patricia gana un concurso de escaparates de Guinot. ¿Premio?: un fin de semana en un Parador. ¿Elección?: el Parador de San Marcos, en León, un "teórico" 5 estrellas Gran Lujo. Así que nos cogimos el C3 el viernes por la mañana, y ¡carretera!.

Como salimos hacia mediodía, decidimos parar a comer en Puebla de Sanabria, todo un acierto, ya que el pueblo no lo conocíamos, a pesar de haber pasado cientos de veces por delante... La plaza de las iglesias (hay 2), en lo alto del pueblo, es espectacular, y todo está muy bien restaurado. Para comer nos dejamos recomendar por Chambo y entramos en La Posada de las Misas; modernillo pero con un toque castizo, con magníficas vistas y un menú apetitoso. Yo aposté por el ragú de ciervo (delicioso).

Llegamos a León a media digestión. La verdad es que el parador impresiona, con una fachada plagada de detalles y una bonita plaza al pie, para poder disfrutarlo en perspectiva. La pena es la decepción que llevas al comprobar que tu habitación está en un edificio anexo que bien podría pasar por hotelito cuatro estrellas de los años setenta... Flojo, flojo. Eso si: la recepción, los pasillos, el claustro y, en general, la zona noble, merece la pena.

Esa tarde decidimos visitar la catedral y el Barrio Húmedo, zona antigua conocida por su tapeo. La catedral de León impacta por su altura (30 metros) y unas vidrieras simplemente bestiales (1.800 m2 de cristal, según dicen). Su entorno está muy mimado, y tiene mucho ambiente, al menos en fin de semana. Cenamos de tapas por el barrio después de tomar unas cervecitas con Willy Caamaño y su novia (qué pequeño es el mundo).

El centro de la tierra
El sábado dsifrutamos del desayuno antes de coger el coche dirección a las cuevas de Valporquero. Apenas están a 45 km de León, después de pelear con un trayecto muy mal indicado. Los últimos 10 km son una delicia si te gusta conducir entre estrechos desfiladeros cortados en roca pura. La cueva está muy bien acondicionada e iluminada, e impresiona por la altura y la longitud de algunas salas. La comida fue a base de unos deliciosos solomillos de cerdo al cabrales en el Restaurante Velez, de Vegacervera.

Para cenar ese día buscamos un lugar especial. Lo intentamos en el Vivaldi sin suerte, pero ésta nos sonrió al encontrarnos a una chica de Ponteareas cuyo marido es del mismo León. Pura coincidencia que se tradujo en una nueva recomendación: el Zuloaga. Yo me dí un homenaje de lechazo que estaba imponente, y Patricia falló al pedir costillas de lechón.

El domingo hicimos caso a Willy y nos desviamos dirección San Isidro para ver el Museo de la Fauna Salvaje, en Valdehuesa. Toda una sorpresa en medio de la nada, al pie del precioso pantano de Porma. Además de la increíble colección de animales disecados, allí se pueden ver lobos y ciervos en semi-libertad. Una gozada.

Comimos en La Forqueta, en el pueblo de Valdehuesa. Yo, jabalí; Patricia, lechazo. En resumen: fin de semana gastronómico con sorpresas como el museo, las cuevas o la catedral. Y al que le haya otorgado 5 estrellas al parador, ¡que lo despidan!.