jueves, 17 de enero de 2008

Comienza 2008...

...y tiene pinta de ser muuuuy interesante.

De los últimos días de 2007 destacaría que vinieron Seo y Tatiana, que nos reunimos con los Chambos y los Corrales –en la foto–, y que fueron unas Navidades tranquilitas. Como ya es costumbre, despedimos el año en el Marítimo de Canido (cómo no!). Sin duda, lo mejor fue David, que nos sorprendió a todos por enésima vez, en esta ocasión con una energía inagotable que le llevó a bailar hasta las tantas. Al acabar, y cuando todos creímos que caería rendido, se limitó a preguntar: "Papi, ¿ahora cenamos?".

En nuestra mesa, los abuelos Nuca y Eliseo, La Pepa y Alejandro, Tatiana y Seo, Willy, Patricia, la barrigocha y yo. A nuestro lado, tooooda la familia de Marta, con Turi y el enano. La cena, como siempre, fantástica, destacando unas centollas de exposición (aunque una de ellas no salió tan buena y Joaquín nos la cambió). Después, cotillón (qué hortera suena así escrito...) y baile, con el auténtico rey de la pista... ¡David Manero!.

El día 9 arriesgué la coleta y me fuí a Neuchatel, Suiza, a conocer la oficina de mi nuevo trabajo y aprender algunas cosillas –cada vez que mi móvil emitía el mínimo sonido, ya me veía de padre en el exilio...–. La verdad es que con Marc, Alex y los demás me siento como en casa –la de la foto es Karen–. Vinieron a buscarme ellos dos al aeropuerto de Zurich, donde llegué como una hora más tarde de lo previsto después de 4 buenas horitas en Madrid y casi de madrugada. Me llevaron al hotel L'Ecluse en Neuchatel –tras una buena horita y media de autopista–.

Al día siguiente visité las oficinas y caté levemente la ciudad. Se trata de la capital de un pequeño cantón, donde viven apenas 30.000 habitantes al pie del lago Neuchatel. El centro y toda la zona que da al lago son especialmente agradables, y aunque es zona de habla francesa, me dio un aire a Alemania. A pesar de los 3-6 grados de temperatura, no tuve sensación de frío, por la poca humedad, imagino.

De esta visita destacaría el esfuerzo de Marc por hacerme sentir a gusto y, sobre todo, por dejarme probar su Harley. La pobre llevaba dos meses sin arrancar, y el bueno de su dueño se trajo a dos mecánicos a que la resucitaran para mí y así poder disfrutarla durante algo más de media hora. Lo peculiar de la maquinilla es que se trata de una Harley que únicamente conserva el bastidor y la llanta trasera de la original... Una gozada.

El jueves cené en casa de meu grande amigo legal Alex, que es un auténtico sol. El viernes, cena en casa de Sabrina, asistente de Marc. La cara de asombro que debí poner al entrar seguro que fue para avergonzarse. Se trata de una casa de 1895 totalmente restaurada por Sabrina y su marido Rafael, quien se tomó dos años sabáticos para dedicarse en cuerpo y alma a la restauración y decoración, y ahora se dedica a eso... ¡Imagínate!. La casa particular más impresionante que he visto en mi vida. Cenamos una auténtica fondue... ¡ñam, ñam!.

Al día siguiente, a las 8 de la mañana, Marc me vino a recoger al hotel para llevarme a la estación. De ahí, en tren hasta Zurich –ví nevar–, avión y de vuelta a España. Apenass una horita en Madrid antes de volar a casa.



P.D.- Hoy es día 18: El nené se resiste... mientras su primo aprovecha para entrenar. ¡Pincha el vídeo!


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